Un clavo más para la directiva de NASCAR

Samuel Mateo Giménez

    El pasado fin de semana, numerosos periodistas estadounidenses publicaron mensajes privados de ejecutivos de NASCAR que han visto la luz en el marco del litigio que dicho organismo mantiene con los equipos 23XI Racing y Front Row Motorsports, y cuyo juicio está a punto de celebrarse.

Steve Phelps y Steven O'Donnell
Foto de Getty Images

    Entre esos mensajes, hay algunos que exponen de forma sonrrojante a varios directivos de NASCAR, cuya aptitud para los cargos que ostentan ponen, como mínimo, en tela de juicio. Podría decirse que hay prácticamente quorum entre los aficionados de NASCAR a la hora de decir que todos los directivos que han ido desfilando en las altas esferas de NASCAR desde el fallecimiento de Bill France Jr. no han estado a la altura del legado que dejó éste y, antes que él, su padre, Bill France Sr.

    Podría argumentarse muchas cosas para justificarlo: cambios en el sistema de competición, conceptos en las sucesivas generaciones de coches que remplazaron a la Gen 4, entradas y salidas en el calendario de distintos circuitos, etc. A todo ello, ahora hay que añadirle varias más, ejemplificadas en distintos mensajes que se han ido publicando en los últimos días.

    El que más atención mediática ha acaparado es el que escribió el Comisionado de NASCAR (máxima autoridad ejecutiva tras el dueño, Jim France), Steve Phelps, sobre Richard Childress, dueño de Richard Childress Racing. En 2023, después de que Childress criticase a NASCAR acerca del actual modelo de negocio, centrándose sobre todo en los coches Next Gen, que son mucho más caros que los de generaciones anteriores, Phelps escribió un mensaje a otro directivo, Brian Herbst diciendo ''Richard Childress merece que lo azoten. Es un estúpido redneck (término despectivo usado para referirse a los sureños de Estados Unidos y sus costumbres, caricaturizándalos como paletos) que le debe toda su fortuna a NASCAR''. En otros mensajes le vuelve a llamar ''idiota'' y le insta a que, ''si no le gusta el deporte, que venda sus chárters y se vaya''.

    Acerca de esto, nosotros hemos sido los primeros, y no los únicos, que hemos criticado en alguna ocasión a Richard Chilldress y su forma de operar. Ahora bien, una cosa es hacer una crítica argumentada y otra es caer en una grave falta de respeto hacia cualquier persona, pero peor aún para uno de los hombres que más ha contribuido a que NASCAR sea lo que es hoy en día.

    Más allá de los términos despectivos empleados, que no merecen más consideración porque cualquiera puede entender que está mal, lo que llama la atención es la forma en la que los directivos de NASCAR piensan. Su cosmovisión se resume en que todo lo que son los equipos y pilotos de NASCAR se lo deben a NASCAR, cuando no es así.

    En efecto, Richard Childress es una de las figuras más importantes de la historia de NASCAR, al menos de la NASCAR moderna. Fue Richard Childress Racing el que creó el equipo y fichó al piloto que acabarían siendo la imagen de NASCAR durante más de una década, y trascendió ese registro para ser todo un icono nacional. Cualquier persona en Estados Unidos reconocía (y reconoce) el Chevrolet negro con el número 3 pilotado por Dale Earnhardt.

    El coche que marcó una generación y que se convirtió en un elemento de la cultura popular es obra de Richard Childress Racing y, por tanto, de Richard Childress, del mismo modo que el que había marcado a la anterior, el #43 azul y rojo, fue obra de Richard Petty; y los que marcarían a la siguiente, el #24 de Jeff Gordon y el #48 de Jimmie Johnson, fueron de Rick Hendrick. 

    Y lo que no tiene ningún pase es que un directivo de NASCAR, con despecho y estando resentido, le diga a alguien como Richard Childress que se vaya sin más. Quizás ese directivo debería pensar que, si alguien que en un año hizo más por NASCAR de lo que ha hecho él jamás, tiene una opinión diferente, lo mínimo que podría hacer es escucharla, tomarla en consideración y sopesar si puede llevar algo de razón, independientemente de si finalmente decide seguirla o no, pero no vilipendiarlo y descalificerlo.

    En conclusión, lo que queremos decir es que, en efecto, NASCAR ha sido una gran plataforma para que muchos dueños de equipos y pilotos se hagan un nombre, se conviertan en figuras importantes de la cultura estadounidense y, también, amasen una fortuna. Pero esos dueños y pilotos también han aportado mucho a NASCAR, son ellos los que la han convertido en lo que es, sin ellos NASCAR no es más que unas siglas y un logotipo. Se trata de una relación de retroalimentación, y NASCAR no debería actuar con esa superioridad moral hacia los miembros que hacen grande a su industria.

    Esa superioridad moral quedó patente en otros mensajes que criticaban a los pilotos que corrían en la Superstar Racing Experience (SRX). Esto se debe a que NASCAR veía a la SRX como competencia directa y le molestaba que pilotos de su disciplina, como Hamlin, Elliott, Blaney, etc., o viejas glorias que ahora eran comentaristas o dueños de equipos, caso de Michael Waltrip y Justin Marks, corriesen allí.

    Es entendible que a NASCAR le moleste y vea a la SRX como competencia directa, sobre todo al principio, que las carreras eran sábado por la noche, mismo día que corren las Xfinity Series, aunque fuese a otra hora.

    El problema para NASCAR es que está inmersa en un juicio en el que ha sido denunciada por ser un monopolio y, aunque ellos lo niegan, actúan como si quisieran tener el monopolio sobre las carreras de stock cars. No en vano, no quieren que sus pilotos corran en otras categorías, aunque eso pueda ser positivo para la propia NASCAR, ya que es más tiempo de pantalla que van a tener sus pilotos, más cercanía con la genete en pistas locales, donde acuden muchos de los aficionados que se han desenganchado en las últimas décdas y, en definitiva, más visibilidad, más impacto mediático, más nombradía. Lejos de eso, NASCAR quiere recluirlos a todos para sí  mismos, tener la exclusividad, y no quiere ver prosperar cualquier otra competición de stock cars, hasta el punto de que Phelps escriba un mensaje diciendo que ''hay que acabar de una cuchillada con esa competición basura''.

    Sin duda es una pena, porque la SRX era una competición divertida de la que NASCAR podía tomar ciertas ideas para mejorar. De hecho, así lo vimos nosotros, que antes siquiera de que empezase ya afirmábamos que la SRX podía funcionar, de manera indirecta y sin pretenderlo, como un banco de ideas para NASCAR y, diríamos más, como una forma de experimentación sin exponerse ni arriesgarse, dado que llevarían a cabo conceptos que se demandaban a NASCAR. Era la situación ideal, pues NASCAR vería qué efectos tendrían esas medidas (pistas locales, carreras sobre tierra y óvalos cortos, coches sin mucha carga aerodinámica y mucha potencia...) sin el riesgo de que saliese mal y su prestigio o arraigo disminuyera, pero pudiendo adoptarlo si salía bien para crecer como marca en el futuro. Lejos de ellos, NASCAR adoptó una postura hostil hacia la SRX, como ahora sabemos.

   En conclusión, los mensajes de directivos de NASCAR que se han publicado exponen de forma distinta a la que venía siendo habitual que el deporte no está en las manos más indicadas, todo lo contrario. Ahora, además de ignorar muchas de las demandas de los aficionados, que son los que mantienen vivo el deporte sintonizando la carrera semana tras semana, sabemos que estos directivos actúan con una enorme superioridad moral y arrogancia frente a los integrantes de la industria, que son los que hacen que salga adelante de forma operativa. Una pena para una categoría que tocó el cielo hace veinte años y que cada vez está más cerca del suelo.

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