Rovanperä expone al WRC

Samuel Mateo Giménez 

    Hace unas semanas, Kalle Rovanperä anunció que, al término de 2025, pondría punto y final a su trayectoria en el Campeonato Mundial de Rallies (WRC) para irse a correr fórmulas en Japón, el primer paso de una nueva orientación de su carrera enfocada en llegar algún día a la Fórmula 1. 

    De este modo, el WRC pierde al hombre que había ganado dos de los últimos tres campeonatos y que estaba llamado a ser el próximo piloto legendario de la modalidad, el que ganase múltiples títulos y llegase algún día a un status como el de los Sébastien, Loeb y Ogier.

    Esta decisión de Rovanperä es, nada más y nada menos, que un clavo más en el ataúd en el que el WRC se está metiendo en lo últimos años. Hace años sería impensable que la mayor estrella del campeonato decidiera dejarlo justo en el momento de plenitud de su carrera para ir a probar suerte a otra modalidad, pero ahora eso ha ocurrido y expone la situación de debilidad de la que dispone el WRC frente a otros campeonatos actualmente. Encima, de alguien que ha mamado los rallies desde que nació prácticamente, pues su padre Harri es piloto de rallies (ganador de una prueba mundialista, el Rally de Suecia de 2001) y en su país, Finlandia, hay una tradición enorme por esta modalidad.

Rovanperä dirá adiós a los rallies
Foto de Getty Images

    Todo ello ha venido de la mano de decisiones cuestionables a todos los niveles. Empezando por el reglamento técnico, cabría citar la introducción en 2022 de una una nueva normativa que forzaba a los equipos a hacer coches híbridos, con un motor eléctrico y otro de combustión, que implicaba que los costes se disparasen.

    Relacionado con ello, en un campeonato donde ya había sido muy difícil triunfar como equipo privado frente a las grandes escuderías oficiales, ahora es directamente casi imposible, porque encima el único equipo privado de la parrilla, M-Sport, se ve obligado a poner en sus coches a pilotos de pago que paguen facturas aunque no sean las opciones más competitivas. De esta manera, todos los rallies de este año han sido ganados por Hyundai y Toyota, que son las escuderías cuyos pilotos copan el top-9 de la general, dejando 10° y 11° a los dos pilotos a tiempo completo de M-Sport.

    A la imposibilidad de equipos privados de iniciar un programa exitoso que les permita luchar por grandes objetivos hay que sumarle un escaso interés por ser parte del campeonato, hasta el punto de que, desde hace muchos años ya, sólo Toyota y Hyundai están de forma oficial en el campeonato, y Ford presta algo de apoyo a M-Sport, pero sin llegar a ser un equipo de fábrica.

    Cómo resultado, tenemos una parrilla de menos de una decena de pilotos corriendo a tiempo completo y en la que cuatro son de Toyota y tres de Hyundai.

    Además, también hay una crisis de grandes estrellas en el apartado de pilotos, hasta el punto de que este año el que va líder en el momento de redacción de estas líneas es Ogier habiendo corrido a tiempo parcial, tras perderse cuatro rallies. Pilotos como Evans y sobre todo Neuville o Tänak tienen mucho talento y capacidad para ganar algún mundial (no en vano, Tänak y Neuville ya lo han hecho y Evans se ha quedado cerca varias veces), pero no son pilotos que vayan a estar en un mismo nivel que Loeb y Ogier, los hombres que han dominado este siglo y a los que deberían haber dado relevo. De hecho, es posible que ni siquiera lleguen al mismo nivel que Sainz, Kankkunen, McRae, Mäkinen o Grönholm. Rovanperä era el único que podría haber llegado a un status similar, pero ahora ha decidido poner punto y final a su trayectoria en los rallies y nunca llegará a ello.

    A todo esto hay que sumarle cambios como los del sistema de puntuación de 2024, que se demostró ser un completo fracaso, y que fue criticado tanto desde dentro (pilotos como Ogier) como desde fuera (aficionados). Desde luego, un sistema confuso y enrevesado para el espectador casual y que encima podía otorgar más puntos a un piloto que no fuera el ganador que al propio triunfador del rally era contraproducente, y la organización decidió modificarlo notablemente este año.

    En definitiva, la salida del WRC de Rovanperä expone mejor que nada el momento de crisis y debilidad que vive el WRC, el pináculo de la modalidad de automovilismo más practicada en el mundo, y debe servir como el escarmiento definitivo para corregir todos esos factores que han ido provocando en años o lustros recientes la decadencia del WRC, para poder hacer que el campeonato sea de nuevo atractivo tanto para competidores como aficionados, como así lo fue en el pasado.

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