Cuando la obra teatral de Monza se transformó en un espectáculo circense

Samuel Mateo Giménez

    Un escenario: el circuito de Monza. Tres protagonistas: Carlos Sainz, Charles Leclerc y la escudería para la que pilotan, Ferrari. Dos invitados de lujo: Max Verstappen y Sergio Pérez. El Gran Premio de Italia, en la santa casa de la firma de Maranello, fue una obra teatral que se caracterizó por el drama, la tensión, el espectáculo, el pundonor y la mezquindad, a la par que sirvió para que más de una careta se cayese al suelo de golpe.

Sainz, por delante de Verstappen y Leclerc
Foto de Getty Images

    Empecemos por el primer protagonista, Carlos Sainz. El madrileño completó el que posiblemente sea su mejor fin de semana en nueve años como piloto de Fórmula 1. Fue el mejor en los libres tanto en la tanda corta como en la tanda larga, fue el más rápido en la Q2 de la sesión de clasificación y volvió a serlo en los dos intentos de la definitiva Q3, de modo que consiguió una más que meritoria pole en la casa de su equipo, delante de todos los aficionados italianos. 

    Posteriormente, en carrera, aguantó los envites del primer invitado de lujo, que no es otro que el todopoderoso Max Verstappen, durante 15 vueltas, hasta que al final fue imposible contener al neerlandés, que le acabó pasando, como estaba previsto antes de que empezase la carrera. Así concluía el primer acto. Ahora era cuando empezaba la verdadera lucha de Sainz.

Verstappen, por delante de Sainz y Leclerc
Foto de Getty Images

    Comenzó el segundo acto de la función, y es aquí cuando hicieron su especial aparición el segundo protagonista y el segundo invitado de lujo: Charles Leclerc y Sergio Pérez, respectivamente. El primero estuvo a punto de adelantar a Sainz en la salida de boxes cuando hicieron su parada, pero Sainz era más rápido y sacó a Leclerc de la zona de DRS. Por su parte, el mexicano, que había salido quinto, ya se había deshecho de Russell y llegaba a la estela de Leclerc.

    Tras unas vueltas intentándolo, el piloto de Red Bull adelantó al monegasco y comenzó a perseguir a Sainz. Con el paso de los giros, Sainz, sin DRS porque Verstappen había sido imparable y se había marchado, tenía que defenderse de un Pérez que le cogía el rebufo constantemente y que contaba con la ayuda del DRS. A su vez, Leclerc tenía el rebufo de Pérez y también estaba en zona de DRS. 

    Cuando se esperaba que Leclerc presionase a Pérez para que Sainz pudiera sacarle de zona de DRS, lo cual le venía bien no sólo a Sainz, que tenía más fácil conservar la segunda plaza, sino que también a él, que podría luchar con Pérez por la tercera, el monegasco, totalmente impasible, no se molestó ni en mostrar el coche y dejó que Pérez se centrase únicamente en adelantar a Sainz. Por entonces no era sorprendente porque tampoco lo había hecho antes con Verstappen. Fue sorprendente a la postre, con los sucesos del tercer acto, pero mejor no anticiparse. Sigamos con los sucesos del segundo acto.

    Le costó mucho, quizás incluso demasiado una vez vista la superioridad de su coche, pero al final Pérez logró adelantar a Sainz, que había hecho una defensa casi perfecta en la que sus ruedas habían sido las más perjudicadas, pues se habían visto sometidas a un mayor desgaste del que deberían por intentar conservar a toda costa esa segunda posición. El segundo acto, pues, acababa igual que el primero, con una heroica defensa de Sainz, que al final se veía obligado a capitular.

Sainz, Pérez y Leclerc protagonizaron el segundo acto
Foto de Getty Images

    Y cuando parecía que esta función estaba acabada, llegó el tercer protagonista para poner el colofón. Recordemos que en este momento tenemos a un imparable Verstappen camino de la victoria, a un ya más calmado Pérez rodando en solitario en segunda posición, y por detrás a dos coches de la misma escudería que ruedan en menos de un segundo de diferencia, estando el quinto clasificado a más de diez segundos de ellos.

    Como decíamos, parecía que estaba todo acabado, pero el segundo y el tercer protagonista tenían planes distintos. Por su parte, Leclerc, que sabía que el podio no era lo suficientemente grande como para acoger a dos pilotos de Ferrari, tenía claro que debía ser él el que recibiera los honores. Por otro lado, Ferrari, el equipo que siempre antepone, supuestamente, el beneficio colectivo al personal, cambió de parecer y decidió que lo mismo había que contentar a Leclerc y dejar que fuera él el que se subiera al cajón, aunque el equipo no ganase absolutamente nada, ni un mísero punto, aunque si se arriesgaba a que los dos se tocaran y acabaran en el muro con cero unidades en el casillero.

    Así pues, a diferencia de otras carreras este año, en el que los pilotos de Ferrari rodaban juntos y rápidamente por radio se daba el mensaje de ''mantened posición'' (véase el Gran Premio de Austria, cuando Sainz era más rápido y Ferrari lo paró diciendo, o mintiendo mejor dicho, que lo era únicamente porque tenía el DRS de Leclerc, que justamente era lo que pasaba ahora en Monza pero a la inversa), aquí la radio de Ferrari se quedó sin pila, batería o cualquiera que sea la fuente de energía que emplee, porque no sonó.

    De este modo, Leclerc tenía barra libre para intentar adelantar a Sainz. Lo intentó de todas las formas posibles, pero no la consiguió de ninguna manera. Y no fue porque no fuera lo suficientemente agresivo. Por un momento los dos coches estuvieron en paralelo a la salida de la primera chicane, donde Leclerc se había salido de pista porque no había espacio suficiente para los dos.

    El español, harto de tan ridículo espectáculo, y conocedor de los antecedentes de su estimado compañero, dijo a su equipo que no había nada que ganar y sí mucho que perder, así que mejor si trataban de acabar la carrera tal y como estaban. Ferrari, que ya había quedado en evidencia, no tuvo más remedio que aceptar, y a falta de una sóla vuelta, le dijo a Leclerc de forma subliminal que parase de atacar, usando las palabras de ''No risks'', es decir, ''Sin riesgos''. Claro, cualquier persona desde fuera sabe que eso significa ''para y no intentes adelantar'', pero Leclerc, que tenía otros planes, también tuvo otra interpretación, que era la de ''adelanta pero sin ir al límite''.

    El problema era que Leclerc no tenía ni el tiempo para cocinarse el adelantamiento a fuego lento ni, más importante, la superioridad que se lo permitiera. Así las cosas, se saltó las órdenes del equipo al que ama y buscó una última vez adelantar a Sainz. Sin embargo, ahora era más difícil que antes, pues estaba más lejos. No obstante, no le tembló el pulso y se lanzó con todo en la primera chicane. Cuando vio que entraba pasadísimo tuvo que bloquear las cuatro ruedas para no comerse a Sainz. No contento con ello, entró a fondo en las curvas de Lesmos, incluso derrapando de lado, yendo al límite, pero sin riesgos; y al final de la vuelta entró colado en la parabólica para intentar cogerle el rebufo a Sainz, hasta el punto de que estuvo a punto de reeditar su choque de 2020 por perder el control del coche, pero sin riesgos, por supuesto.

    La bandera a cuadros ondeó, algo así como cuando se cierra el telón, y el Ferrari que subiría al podio sería el de Sainz, que fue el actor que mejor actuación hizo en toda la función, y que ahora recibía su merecido galardón.

Los Ferrari, luchando en paralelo por nada
Foto de Getty Images

    Una vez acabada la obra, llega el momento de escribir la crítica, y son muchas las preguntas que surgen. ¿Por qué Ferrari, el equipo que siempre antepone lo colectivo a lo personal, decidió que ese día había que primar las aspiraciones de uno de sus pilotos, cuando para el equipo eso no afectaba en nada, porque un corredor iba a ser tercero y el otro cuarto igualmente? ¿Por qué Leclerc, que se mostró impasible con Pérez, fue extremadamente agresivo con Sainz? ¿Por qué una vez que le dijeron que parase de atacar, él no sólo no se detuvo, sino que encima fue un paso más allá? ¿Por qué Ferrari no volvió a pronunciarse tras la colada de la primera chicane y dejó que Leclerc siguiese rodando desenfrenado, estando a punto de irse al muro en la última curva de la última vuelta?

    Las respuestas, en realidad, son fáciles de hallar. Por un lado, Ferrari, pese a que por boca de su jefe de equipo, el ahora casi sacrílego Fred Vasseur, que se ha autoproclamado como el orgullo del difunto Enzo Ferrari, cuando seguramente con "Il Commendatore" en vida jamás habría puesto un pie en Maranello; ha dicho que no hay un primer y un segundo piloto, ha dejado claro, encima en casa, que sí existe esa división. Es más, Ferrari dejó patente que para ellos, al menos ahora, es más importante contentar a su primer piloto que obtener el mejor resultado posible para el equipo. Por otra parte, Leclerc ha dejado claro que le da absolutamente igual el beneficio colectivo de su equipo, y que no ve más allá de lo que es su interés personal, aún con el riesgo de reeditar lo que pasó en 2019 en el Gran Premio de Brasil. 

    Todo ello contrasta con la actitud que mostró Sainz dentro y fuera de la pista, pensando en el equipo y no en sí mismo. Podía haber dejado pasar a los dos Red Bull sin defenderse de forma tan dura, conservar sus neumáticos y rodar de forma placentera en tercer lugar de ahí hasta el final, con Leclerc bien lejos. Sin embargo, luchó con todo lo que tenía y hasta que no pudo más, consciente de que tenía unas opciones, mínimas, pero las tenía, y que encima corría en casa y que debía darlo todo por la gente de Ferrari que estaba en la grada. Luego, ante la prensa, fue muy caballeroso y dijo que era un placer tener esas batallas contra grandes corredores como Leclerc, Pérez o Verstappen.

    El colofón de todo fue ver que en el podio, el cuarto de la temporada para Ferrari, había la impresionante cifra de cinco mecánicos de la Scuderia presentes. Es decir, el equipo que lleva 15 victorias seguidas, que tiene los dos mundiales en el bolsillo, que podría estar aburrido de tanto ganar y de tanto dominar, te llena tres filas con su gente en tu casa, pero el equipo que está falto de alegrías y que, en una temporada extremadamente mediocre, por no decir desastrosa, ha hecho pole y podio en su Gran Premio de casa, lleva al podio a cinco mecánicos.

    En definitiva, el Gran Premio de Monza quedará para el recuerdo por muchos aspectos, tantos que no sabemos catalogarlo como una comedia (desde luego en Red Bull se tienen que estar riendo de lo lindo), de una tragedia (Leclerc desde luego no disfrutaría para nada) o de una obra esperpéntica (como lo que viene siendo todo lo que rodea a Ferrari durante más de una década). Para nosotros, en realidad, lo que empezó siendo una obra teatral de gran calidad acabó convirtiéndose en un espectáculo grotesco y estrambótico digno de ser representado en los mejores circos.

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